Haití es el único país del mundo donde pandillas criminales controlan la mayor masa de territorio, tienen más y mejor armamento que las fuerzas de seguridad, más personal que la policía y su menguada fuerza militar, juntos, un código de obediencia implacable, fuentes de financiamiento, experiencia en conflictos y adiestramiento para una guerra.
Con esto a mano, el control del país es un asunto de tiempo, salvo que se consuma la esperada ocupación militar extranjera y la policía haga su trabajo, una confrontación letal con pandilleros que implicaría el sacrificio de muchas vidas.
Si a corto plazo la comunidad internacional no decide la suerte de Haití, con una fuerte presencia armada, a mediano plazo ese país caerá, irremediablemente, en manos del crimen.
Y, al final, habrá tres perjudicados: los grandes intereses económicos de las potencias que vacilan para actuar, el pueblo haitiano y los dominicanos.