Análisis sobre el fracaso de la «Liga de las Naciones» y su semejanza con el rol de las «ONU» en el escenario contemporáneo

El surgimiento de la Sociedad de Naciones o Liga de Naciones, creado por el Tratado de Versalles, el 28 de junio del 1919, ocurrió como consecuencia de la tragedia que provocara la Primera Guerrea Mundial, que demostró el suicidio de la razón de la clase político-militar europea de principios del siglo XX.

Sociedad de Naciones o Liga de Naciones, se basó en los principios de seguridad colectiva, donde se preveía el arbitraje de los conflictos, así como también, el desarme. La iniciativa para la creación de esta la tuvo el presidente estadounidense Woodrow Wilson, con sus famosos 14 puntos que abren un espacio al idealismo Kantiano de las relaciones internacionales y cuyas ideas comenzaron a verse plasmadas en los artículos del Tratado de Versalles que fueron redactados en el marco la Conferencia de París, cuyos trabajos se iniciaron en 1919.

El 15 de noviembre 1920 se celebró en Ginebra la primera asamblea donde participaron 42 países que buscaban reestructurar un mundo exhausto por la muerte y la destrucción ciega. Esta entidad buscaba superar los efectos de la Gran Guerra y alcanzar el anhelo de una paz duradera.

En el pacto de la Liga de las Naciones se incluyó un elemento novedoso -en un mundo que desde el siglo XVI, con la modernidad, se había impuesto, casi como norma, el racismo; muy especialmente respecto de negros y asiáticos-, porque la delegación japonesa que, por las conquistas obtenidas a partir de la modernización Meiji en el Asia, fue invitada a participar, aprovechó su presencia en este foro y solicitó la inclusión del principio de «igualdad racial». Dicha solicitud se encontró con la oposición de Australia, Estados Unidos y el Reino Unido.

De este organismo surgen instituciones como la Organización Internacional del Trabajo y la Agencia Postal Internacional. Asimismo, la Liga de las Naciones introdujo la novedad de que los Estados

Debían publicar sus tratados y registrarlos en la Sociedad de las Naciones. En la Liga de las Naciones se logró también la pacificación de algunos conflictos, no obstante, el escaso interés exhibido respecto de la invasión japonesa de Manchuria en 1931 y la invasión italiana a Abisinia de 1935. El último caso que fue visto en conflicto por la Sociedad de las Naciones fue la petición del gobierno de la República española en 1936 durante la guerra civil para que resguardara en Ginebra el patrimonio del Museo del Prado.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, que se inició el 1 de septiembre 1939 y concluyó 1945, la Liga de las Naciones desapareció y se creó una organización internacional llamada Organización de Naciones Unidas. Aunque muchos piensan que la ONU sustituyó a la Sociedades de Naciones, los hechos demuestran que no hubo una sustitución de un ente por el otro. Sí es de rigor señalar que la Liga de las Naciones marca un hito en la historia de la humanidad por ser la primera organización de esta indole, es decir, el antecedente de la Organización de Naciones Unidas.

La organización de Naciones Unidas entró en vigor el 24 de octubre de 1945, se firmó el 25 de junio de este año en la ciudad de San Francisco y en la misma estuvieron presente 51 países, es la mayor organización internacional existente y el propósito de su creación es mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar relaciones de amistad entre naciones, lograr la cooperación internacional para solucionar problemas globales y servir de centro que armonice las acciones de las misiones.

Los principales órganos de la ONU son: la asamblea general, el consejo de seguridad, el consejo económico y social, la secretaría general, el consejo de administración fiduciario y la corte internacional de justicia. Su figura principal es el secretario general. A pesar de que la Asamblea general es el principal órgano de Naciones Unidas, es en su Consejo de Seguridad – compuesto por 5 miembros permanentes del mismo- donde se evidencia cuáles, son las manos que mueven la cuna de la organización.

A partir de la Caída del Muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991, el mundo asiste a un escenario donde los Estados Unidos de América alcanza un nivel de hiper hegemonía nunca antes visto en la historia, el equilibrio de poder que el derecho a veto de las potencias habían mantenido desde la creación del organismo se vio roto por el bombardeo a Yugoslavia por la OTAN en 1999; de igual forma, la invasión a lrak por la supuesta posesión de armas de destrucción masiva y, en el escenario actual, por la invasión a Ucrania de parte de la Federación de Rusia. La historia se repite, porque el fracaso de la Liga de las Naciones vino como resultado de su incapacidad para prevenir los conflictos armados. En la actualidad podemos ver que las Naciones Unidas no han sido capaces de impedir la guerra en Ucrania.

En la ONU, que surgió en un mundo bipolar, y se encuentra en un escenario multipolar donde se evidencia la necesidad de adecuar esta entidad a la realidad geopolítica del mundo contemporáneo, existe, además, la premura de ordenar una representación adecuada para la influencia de nuevos pivotes geoestratégicos que no están representados en el Consejo de Seguridad.

Un ejemplo que nos indica el giro copernicano que han dado las relaciones internacionales contemporáneas es que, ante la crisis alimentaria por la guerra en Ucrania, el interlocutor válido para
lograr que Rusia y Ucrania arribaran a un acuerdo para permitir la salida, por el Mar Negro, de barcos cargados de alimentos, resultó ser Turquía, sin que se tomara en cuenta, por ejemplo, al secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.

Recientemente, ante la delicada situación de que quien está presidiendo el Consejo de Seguridad es la Federación Rusa, el presidente estadounidense Joe Biden, expreso la necesidad de que el Consejo de Seguridad debería ser modificado.

En medio de una crisis económica, política y climática como la que vive el mundo, lo anterior parece ser necesario a esta nueva era geopolítica. Nada peor que no estar consciente del curso de los acontecimientos que rodean el devenir histórico de la humanidad. La falta de conciencia del tiempo en el cual se vive no solamente puede generar desgracias inmediatas, sino también el sacrificio de futuras generaciones. Se puede afirmar que la miopía y ceguera de los hombres y mujeres que nos dirigen hoy impide un desempeño más prometedor para el mundo del futuro. La Organización de las Naciones Unidas, al igual que la Liga de las Naciones, no evoca la reflexión lúcida y profunda del gran jurista internacionalista Hans Kelsen, quien trabajó en la redacción de la carta de las Sociedad de las Naciones y que, ante el fracaso de la misma llegó a expresar que esto no fue consecuencia de un mal diseño jurídico, que impidiera los objetivos para los cuales fue creada la Liga de las Naciones, sino de la ausencia del interés político de las grandes potencias.

 

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