«Ya no lo quiero en mi piel», dice Kimberley Westgarth, una londinense de 24 años que indignada por los comentarios antisemitas del rapero estadounidense Kanye West se dispone a quitarse un tatuaje con su cara, y además sin pagar un céntimo.
Hace dos años, esta estudiante de arquitectura británica se tatuó en el brazo izquierdo el rostro del músico, con lágrimas de sangre que le corrían por las mejillas.
«Me encantaba su música y en aquel momento me gustaba como persona. Me gustaba lo que representaba, cómo defendía a la comunidad bipolar», explica a la AFP sobre un trastorno que asegura padecer ella misma.
«En aquel momento lo idolatraba», asegura.
Pero los recientes comentarios antisemitas del estadounidense y su abierta admiración por Hitler lo cambiaron todo. «Ya no lo quiero en mi piel», asegura Kimberley, que necesitará un total de 12 sesiones de láser para deshacerse de su tatuaje.
El proceso, que consiste en pulverizar con un láser las partículas de tinta, que luego el organismo elimina gradualmente, debería completarse en un año. Mientras tanto, esconde el rostro del rapero en su brazo.
Instalado desde hace dos años en el elegante barrio londinense de Marylebone, el estudio Naama lleva a cabo un programa, bautizado «segunda oportunidad», que consiste en eliminar gratuitamente tatuajes que con los años se han convertido en una carga y en un recordatorio constante de un pasado doloroso.