Las plazas de mercado son una inagotable fuente de color, olor y sabor que resguardan las tradiciones culturales de América Latina y transforman la herencia alimentaria de una región que empieza a darles el valor que les adeuda y a ver en ellas un rentable potencial turístico.
Si bien las generaciones pasadas surtían los refrigeradores con productos comprados directamente en las plazas de mercado, estos espacios, atendidos en su mayoría por pequeños agricultores y ganaderos, fueron desplazados por los grandes y sofisticados almacenes que, sin embargo, carecen de la calidez del pueblo, que es justamente lo que hace que las centrales de abastos latinoamericanas sean tan atractivas para los extranjeros.
¿A QUÉ SABE AMÉRICA LATINA?
Al caminar por sus pasillos y recibir degustaciones de frutas, amasijos, fritos, dulces y brebajes, siempre acompañados de una sonrisa y de la sugerente frase del vendedor «¡pruebe, sin compromiso!», son cada vez más los turistas que emprenden la seductora tarea de descubrir a qué sabe y huele Latinoamérica, y de qué color es esta parte del mundo.
«Después de viajar este año por varios países de la región creo que América Latina es verde como un aguacate (palta), sabe dulce como la piña, y huele fresco como la menta o el limón», describe a EFE la holandesa Sara Thompson, en la Plaza Distrital de Mercado La Concordia, de Bogotá.
Allí, a principios de diciembre se llevó a cabo Cosechando Sabores, una iniciativa del conglomerado Warner Bros. Discovery y el canal Food Network que invita a retornar a las plazas de mercado, a resaltar la autenticidad de la comida colombiana y las historias detrás de cada una de sus preparaciones emblemáticas, y que evidencia que su auge permea ya a la televisión internacional y las redes sociales.
Pollo selvático, sopas como la mazamorra chiquita o el ajiaco, y la popular bandeja paisa, compuesta de fríjoles, arroz, chicharrón, carne molida, chorizo, huevo frito, tajadas de plátano maduro, aguacate y arepa, hacen parte de las delicias criollas que se degustaron en la tercera edición del evento.
Para la cocinera mexicana Ximena Leal, quien formó parte de la actividad que incluyó a nueve pares de chefs, «las plazas de mercado se han vuelto un sitio turístico» porque, como comenta la colombiana Jacqueline Arévalo, «la gente quiere más comida tradicional, con productos recién llegados del campo».
Precisamente, en 2019 la Alcaldía de Bogotá invirtió cuatro millones de dólares en remodelar el Mercado de La Concordia, considerado bien de interés cultural, y que ahora cuenta con galerías de arte, artesanías, restaurantes, cafés y un salón de eventos.
Un proceso similar vive la Plaza de Mercado Paloquemao, la más importante de Colombia, con 1.240 locales, y cuya principal riqueza, además de la estructura arquitectónica en sí, «es la gente que atiende». «Es un icono» de obligada visita, enfatiza Carlos Arturo Panesso, comerciante y miembro del consejo de administración de la plaza.
Prueba de ello son los casi 5.000 turistas procedentes de medio centenar de países que desde 2018 han hecho el «tour de frutas en el mercado más dulce del mundo» que ofrece el colombiano Víctor Alfonso Beltrán.
En el recorrido por Paloquemao, estadounidenses, alemanes, británicos, canadienses y españoles «prueban entre 25 y 30 frutas que se cultivan en Colombia, además de café, chocolate, chucula, arepas y empanadas», describe este emprendedor.
Tras un primer acercamiento con el turismo en México, en donde trabajó en el Mercado San Juan de Dios o Mercado Libertad, de Guadalajara, Beltrán supo que lo suyo era «enamorar a los extranjeros con los sabores colombianos y hacer que reconozcan el valor de la diversidad que ofrece este país y le den el respeto que se merecen los productores pagándoles lo justo».