Fue en 1990: la extrema dureza física y la convicción de Camerún sorprendieron a la Argentina de Diego Maradona con un 1-0 que se mantiene como una de las mayores sorpresas en la historia de los Mundiales. Treinta y dos años después, Lionel Messi tiene su propio drama, porque la derrota por 2-1 ante Arabia Saudí dejó mudo, hundido en el estupor a un país que creía que sí, que en Qatar 2022 llegaría al fin el título que el país no gana desde México 86.
Esta vez ni siquiera hubo dureza física del rival, alcanzó con el VAR semi automático para que Argentina se autodestruyera.
La Argentina de Messi sufre un derrumbe histórico ante una memorable Arabia Saudí
«Derrumbe en Qatar», tituló La Nación. «Sin margen de error», añadió Infobae. «Desperdicio, pecado futbolero», concluyó la televisión en una mañana de pesadilla futbolística para la bicampeona mundial.
El partido, a las siete de la mañana de una fresca mañana de primavera, convocó a gente ante pantallas gigantes en algunos parques, pero se vivió sobre todo en los hogares. El acuerdo era en muchos casos tácito: el trabajo y el colegio de los niños podían esperar hasta las nueve de la mañana, cuando todos, felices tras el debut, pudieran retomar la actividad normal tras un puente festivo que se extendió hasta el lunes.
No hubo felicidad, sino lamentos sin fin. El mayor de todos, el fuera de juego por un hombro de Lautaro Martínez, que implicaba el 2-0 tras adelantarse Argentina 1-0 a los nueve minutos con un gol de Messi de penalti.
TRES GOLES ANULADOS
Fueron tres los goles anulados por posición adelantada en ese primer tiempo y algunos más desperdiciados. En esa sucesión de festejos y decepciones se fueron escurriendo la confianza y el fútbol de Argentina, hundidos en la arena del desierto qatarí. La selección albiceleste, que llegaba al Mundial con un invicto de 36 partidos, se encontró con que a su incapacidad para sumar goles se le añadía el robustecimiento saudí, una selección que vio la oportunidad y se aferró a ella. La combinación fue letal.
De un primer tiempo en el que los saudíes casi no apuntaron con el balón al arco, mientras Argentina se perdía todo tipo de goles, se pasó a una situación casi opuesta. Con un mediocampo sin ritmo ni precisión, la albiceleste no sabía qué hacer con el balón, mientras los de camiseta verde comenzaban a dominar el duelo anímico y a ganar confianza en el juego.
«Está claro que perdimos el partido por errores nuestros, más que nada en el segundo tiempo», admitió Martínez a la televisión argentina. «En el primer tiempo debimos marcar más de un gol. Ahora hay que descansar y pensar en lo que viene, porque son dos finales».
Las dos finales son el sábado 26 ante México y el miércoles 30 con Polonia. Sin margen de error, y con un Messi que terminó el partido disminuido físicamente, el recuerdo vuelve con temor: tras aquella derrota ante Camerún en San Siro, el equipo dirigido por Carlos Bilardo se recuperó con más épìca que fútbol para llegar a la final y caer con Alemania. Pero hoy nadie en Argentina sueña con la final del 18 de diciembre. La apuesta, el ruego desesperado, es que el sueño de hasta hace unas horas no mute en pesadilla, que la albiceleste no se despida del Mundial en la primera ronda.
